ALEXANDER CATALDO: EL REENCUENTRO CON EL TENIS EN BERLÍN

Por semanas, Alexander Cataldo sintió que la raqueta pesaba más de lo habitual. Que cada pelota se le quedaba en la red, como un recordatorio persistente de que algo no estaba bien. Que su mente, por momentos, era su peor rival. Las ganas de competir se desvanecían. Las sensaciones en la cancha eran grises, opacas. Hasta que Berlín apareció en el calendario como una pequeña luz. Y ahí, en la arcilla germana, Alexander volvió a sentir algo que creía perdido: el amor por el tenis.

No quería nada con el tenis”, confiesa con una honestidad brutal. “La semana anterior en Bélgica fue la peor en mucho tiempo. Perdí con un jugador de menor ranking y mi cabeza daba mil vueltas. Muy malas sensaciones”. Era un Alexander confundido y frustrado. Uno que dudaba de sus herramientas, que no se reconocía en la cancha. Pero incluso en ese pozo emocional, algo dentro suyo seguía resistiendo.

Esa resistencia encontró espacio para respirar en Alemania. En una cancha que ya conocía, que en 2022 lo había visto llegar a su primera semifinal ITF 2, y que un año después lo vistió de campeón. Este 2024, fue distinta la historia, pero con una misma raíz emocional: reencontrarse con el tenis. “Empecé a recordar cómo competía antes. Me enfoqué”, dice ahora con los ojos puestos en lo que viene, no en lo que dolió.

Aunque perdió la final, Alexander se permitió una pequeña victoria mucho más importante: “Volví a sentir un alivio al verme que sigo siendo competitivo. Que el tenis y las herramientas están para seguir mejorando”. Durante la semana en Berlín, sus golpes volvieron a tener precisión, su juego a tomar forma, su mente a alinearse con su cuerpo. “Tuve partidos con un juego muy sólido, lo que no pasaba hace mucho tiempo”, agrega, dejando entrever un dejo de satisfacción que hace semanas no se le escuchaba.

Ese pequeño envión emocional, pero clave, no viene de la nada. Es el resultado de aceptar que a veces el amor por este deporte también duele. Que hay momentos donde el foco desaparece, donde todo pesa, y que incluso en el odio, puede nacer el deseo de seguir. “Aunque odié al tenis en unos momentos, es lo que más me gusta en la vida”, afirma sin titubear.

Ahora, con la confianza renovada y las sensaciones en alza, Alexander vuelve a Chile. No para descansar, sino para seguir entrenando, para usar este impulso como trampolín. “Este envión anímico hay que ocuparlo de manera positiva”, dice convencido, con la mirada puesta en septiembre, cuando volverá a Europa con la mira puesta en los grandes torneos y la clasificación a los Grand Slam.

Pero más allá del calendario, los viajes o los títulos, lo que hoy más valora es haber salido del pozo en el que él mismo, como dice, se estaba enterrando. “Sigue creyendo. No te metas en el hoyo que tú mismo estás cavando. Sigue sonriendo con el tenis. Sigue disfrutando y viendo el tenis como una pasión, no como obligación”, se diría a sí mismo, a ese Alexander de hace solo unas semanas. “Pero, por sobre todo, que crea en sí mismo, que tienes mucho por dar”.

Berlín fue, esta vez, más que una ciudad o un torneo. Fue una tregua. Un recordatorio. Una reconexión emocional con la raqueta. Una historia sin final, pero con un nuevo comienzo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *